LA SUITE DE ISABELLE HUPPERT: UN PALACIO DE SOMBRAS Y LUCES EN EL HÔTEL LUTETIA
Fotografía: cortesía
Por: Daniela Gutiérrez
El toque de Isabelle Huppert puede sentirse por toda la Suite Parisienne del Hôtel Lutetia. Este espacio lleva su firma, no solo en los detalles —su perfume favorito, un vestido de alta costura de Yves Saint Laurent colgado en un rincón, guiones originales y fotografías dispersas que capturan su vida en papel y luz—, sino en la atmósfera misma. La suite, ubicada en el único hotel Palace de la Rive Gauche, parece capturar el espíritu mismo de Huppert, una mujer que encarna la esencia de Saint-Germain-des-Prés, con sus giros de elegancia y misterio tan propios de la Rive Gauche. La actriz ha traído consigo el peso de una vida dedicada al arte.
La colaboración entre Huppert y el Lutetia es un juego de luz y sombra delicado y preciso. Jean-Michel Wilmotte, el arquitecto a cargo de la restauración de este espacio monumental, describió su misión no solo como una renovación, sino como una misión de memoria. Al atravesar los pasillos y ascender a la Suite Parisienne, uno siente como si se infiltrara en el backstage de una producción impecable y perpetua, un espectáculo de silencios y gestos. Los vitrales restaurados dejan entrar una luz suave que danza por el suelo de mosaicos y los frescos recuperados. Este espacio no grita opulencia; en cambio, susurra historias.
Apenas un par de años después de su reapertura, el Lutetia recibió el codiciado estatus de "Palace", pero fue más que una renovación arquitectónica. Fue una declaración de intenciones: recordar lo que siempre ha sido la elegancia y elevarlo a un nuevo nivel, un capricho de nostalgia y vanguardia. The Set, los propietarios actuales, se hicieron cargo del edificio con la promesa de preservarlo en todo su esplendor art déco y art nouveau, pero también de aportar un toque de contemporaneidad. La creación de un patio interior permitió que la luz natural transformara los espacios, un detalle tan funcional como poético, en una ciudad en la que la luz tiene el poder de cambiar la historia de un espacio.
Huppert, con su conocida ambigüedad y sutileza, podría muy bien habitar esta suite como lo haría con uno de sus papeles: al mismo tiempo, ella y no ella. A través de sus objetos personales, la actriz logra, sin decir una sola palabra, recordarle al visitante que este lugar es su dominio. El perfume Fracas de Robert Piguet —una edición limitada creada en su honor— parece flotar en el aire, impregnando de misterio cada esquina, como un recordatorio silencioso de su presencia.
Aquí, en la suite que lleva su nombre, Huppert parece haber encontrado el lugar perfecto para situarse entre la ficción y la realidad, entre sus personajes y su vida, en una residencia transitoria que lleva consigo las cicatrices y los triunfos del tiempo. Tal vez sea esta la única forma de capturar a Isabelle Huppert: no en una pantalla ni en una fotografía, sino en un espacio en el que, por un instante, se permite habitar y existir, mientras el resto del mundo contempla en silencio.
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