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QUEDARSE EN SOFITEL PARIS LE FAUBOURG

Fotografía y texto por: Sarah Gore Reeves

El diseño interior, obra del reconocido decorador Didier Gomez, mezcla un estilo contemporáneo con toques del siglo XVIII. Mármol pulido, detalles dorados y una paleta de colores suaves crean una sensación de tranquilidad y lujo. Las áreas comunes están decoradas con arte moderno que se funde con piezas históricas, una sutil combinación que refleja la dualidad de la ciudad misma: una metrópoli en constante cambio, pero siempre fiel a sus raíces.


Mi habitación, una suite deluxe, ofrecía el retiro perfecto para después de explorar la ciudad. Las ventanas se abren a las encantadoras calles parisinas. Pero lo que realmente capturó mi atención fueron los detalles: Flores frescas sobre la mesa y el inevitable ritual del té de la tarde, servido con ese inimitable savoir-faire francés. Afuera, la ciudad vivía su propio bullicio, pero dentro de esas paredes, el tiempo parecía detenerse.

Y luego está la comida. Porque en París, la vida y la gastronomía son la misma cosa. Blossom, el

restaurante del hotel, ofrece platillos que reflejan lo mejor de la cocina francesa contemporánea. Ingredientes de temporada, sí, pero presentados con una meticulosidad que transforma el acto de cenar en una ceremonia.


Las mañanas no pueden comenzar sin los croissants que se deshacen entre los dedos, quesos artesanales que narran la historia de los campos franceses, y frutas frescas que saben al verano. Cada desayuno es una bienvenida íntima a lo que el día traería.


El Sofitel Paris Le Faubourg es un compendio de todo lo que París representa: lujo sin pretensiones, belleza sin esfuerzo, y una sensación de que, aunque el mundo siga girando, aquí, en este rincón de la Rue Boissy d’Anglas, uno puede vivir por un instante fuera del tiempo. París te ofrece muchas promesas, pero pocas las cumple con la perfección que encarna este hotel. Y al final, eso es lo que uno se lleva de París: una lección en el arte de vivir.

París sigue siendo ese sueño etéreo que seduce a poetas, pintores y paseantes anónimos. Ciudad de la luz, sí, pero también una ciudad de sombras, de secretos susurrados en terrazas y de pasos resonando en adoquines mojados. Y entre sus avenidas adornadas por siglos de historia, emerge el Sofitel Paris Le Faubourg, no solo como un hotel, sino como un compendio del alma parisina.

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